jueves, abril 20, 2006

En precensia de un echo histótico

Es graciosos por que, si me preguntan “¿qué hiciste anoche?”, yo les tengo que contestar, “estuve corriéndome la cola en círculos, y mis amigos hacían lo mismo”, pero lo paradójico es que la homofóbia reinante lo va a mal interpretar, o yo ya lo estoy mal interpretando. Estoy siendo conciente de cómo se dan ciertas situaciones X, estandarizadas pero casi irrepetibles. En medio de la tormenta de mierda espiritual, me atreví a surfear en las aguas del voyeurísmo de las relaciones humanas. Es así como me encontraba en la disco @lternativ@ el viernes por la noche – como no podría ser de otra manera – en estado contempla estrellas, mirando todo muchísimo mucho y viendo como todos hacían las cosas que todos hacen. Me detuve en una pareja de chicos a los que, como a mí, se les habían vencido las licencias de adolescencia hace unos diez años. Pero, calculo que también como a mí me pasa, hay muy pocos lugares para rendirle homenaje a nuestra adolescencia que nos hagan sentir cómodos. Estaban ellos felices bailando un tanto separados, sin acercarse demasiado entre sus cuerpos, lo que haría pensar que estamos delante de dos que son amiguitos. Pero si se miraba atentamente al espécimen masculino, se lo notaba nervioso ante las ausencia de la mujer cuando se retiraba al baño o a buscar bebidas. Se paraba con los brazos en jarra, mirando perdido hacia abajo. Meditaba, se podría decir, los quince finales posibles del primer acercamiento. Ella, ante el mismo escenario, jugaba con su pelo y coreaba las canciones tranquila, parada, sin moverse en su sitio. El tema es “Boys don’t cry” de The Cure. Saco a mi novia a bailar, a los saltos sin importarme lo espasmódico de mis movimientos. Me doy vuelta, ellos acercan sus caras y se cantan “But I just/ keep on lughing/ hidding the tears in my eyes/ ‘cause boys/ don’t/ cry”. Acercan sus caras, cierran los ojos, se respiran cerca... y alejan sus caderas. Pero el no resiste y se abalanza, sabe que es ahora o nunca. El baile así lo permite, ella dio el visto bueno. El impacta en la boca con precisión cirujana, ella no se resiste. Y todos los indicios lo marcan: estoy mirando el primer beso de una pareja. Chequeo alrededor, nadie los mira, nadie se dio cuenta lo que pasa. Estamos ante la presencia de un comienzo. Acá empieza el amor, acá cambian las vidas de ellos. Esta va a ser su canción, este va a ser el recuerdo que le contarán a los que tengan que contarles. Acá está la magia, este es el momento clave. Este momento no va a ocurrirles jamás, en esta vida, lo mismo, ni en su corazón ni en la sangre ni en el alma ni con ninguna otra persona. Tal vez, en este último caso, sea diferente, pero nunca el mismo. A él le tiemblan las piernas, abraza tímidamente a su chica – sí, ahora es su chica –, tiene el cuello rígido, sintomatología de que no lo puede creer. Abre los ojos para asegurarse que es ella y no otra, y los vuelve a cerrar tranquilo. Ella tiene su cabeza inclinada, y sus ojos nunca se abren, por que ella está segura que es él. Tiene sus manos agarrando las caderas, pero sin apretar. La banda de sonido cambia a Miranda que dice “desde que te he conocido/ que quiero dormir contigo”, y ella no puede evitar reírse, ¿será que tomo conciencia de que está viviendo otro “momento” paralelo? El la toma de la cara, acerca su frente a la de ella, y su cuerpo dice “te quiero, te quiero, te quiero, te quiero”, pero no se escucha. Ella agarra sus manos y unas lágrimas caen: sintomatología de que está feliz y tal vez algo enamorada. Siguen besando, pero ahora con más ímpetu. Se abrazan y mezclan sus lenguas. Ella le pasa los brazos por encima, el le abraza sus caderas. Hay pasión, y esto va a terminar bien. Ella llora un poquitito más, seca sus lágrimas y le dice sonriendo “estás en pedo”, el le jura que no. Entonces, como cosaco probando su hombría, bebe todo el contenido rosa de un trago de su vaso de trago largo. Me dan ganas de ir a brindar con ellos, pero el arroja su vaso triunfal al suelo. Abrazo y beso a mi novia.