viernes, septiembre 22, 2006

Sensibilidad

Un día tuve 19 años, o algo así. Nunca supe para qué, pero aparte de eso, tuve el tupé de crecer y, mintiendome a mi mismo, empecé a vivir la vida como si me improtara. Esto no viene al caso, lo último que dije, pero si que tenía 19 años y que ví una día en Parque Rivadavia un CD con dos chicas en la tapa, en actitud de "hasta acá llegamos", que decía "Without you I'm nothing". Al instante me enamoré del arte de tapa, y compré el disco para ver que onda lo que había adentro. Me encontré con una banda que se llama Placebo. Me encontré con esas cosas de la adolecencia sensible, llena de miedos y granos y hormonas desatadas. Confieso, señor Juez, que al momento de escuchar la canción que le da título al disco, lloré. Nunca supe bien por qué. Me pareció más que una canción del tipo "acá estoy y te amo", era "mi alma se parte cuando estoy con vos, y sin vos no existiría mi alma". Era una canción de amor desesperado, si, pero de amor como se tiene que vivir, o como una de las formas más vicerales de vivir el amor.
Without you I'm nothing
Strange infatuation seems to grace the evening tide.
I’ll take it by your side.
Such imagination seems to help the feeling slide.
I’ll take it by your side.
Instant correlation sucks and breeds a pack of lies.
I’ll take it by your side.
Oversaturation curls the skin and tans the hide.
I’ll take it by your side.
Tick - tock x3
Tick - tick - tick - tick - tick - tock
I’m unclean, a libertine
And every time you vent your spleen,
I seem to lose the power of speech,
Your slipping slowly from my reach.
You grow me like an evergreen,
You never see the lonely me at all
I...
Take the plan, spin it sideways.
I...
Fall.
Without you, I’m nothing.
Without you, I’m nothing.
Without you, I’m nothing.
Take the plan, spin it sideways.
Without you, I’m nothing at all.
Y después un pelotudo como Arjona llena treinta teatros cantando boludeces bajas calorias para mujeres que no conocen el amor. Pero así es la vida.

viernes, septiembre 01, 2006

Infected reality

La historia empieza en la esquina de Gallo y Perón, barrio de Almagro. La historia no es de tango, sin embargo. Aunque quien dijo que Almagro = tango. ¿es este otro juego de mi mente que me loopea hacia aquella noche de pesadilla en cuerpo? Perdón, me adelante unos pasos. La historia empieza en la esquina de Gallo y Perón, barrio de Almagro. Es de noche, y a mis espaldas tengo un estudio de abogados que trabajan con accidentes de transito y que dan precio a taxistas. Se que me detuve a mirar este cartel por un rato. Sin embargo no fue buena idea dar vuelta la cabeza. A mis flancos se erigen dos valkirias, de pie y armadas, pero en la transformación del medio, esa que era medio avión, medio robot. Están ahí, como estatuas, detenidas. Juzgo, tal vez apresurado, que están ahí para hacerme daño si me muevo. Es lógico en mi cabeza, es así y no lo cuestiono. Los semáforos se aceleran, los autos son solo haces de luz blanca o roja, no distingo de donde vienen ni a donde van, solo se que si me muevo ellas atacan. Un llanto de bebé rompe mi concentración, y miro hacia mi izquierda. La valkiria de la derecha me ataca, viene hacia mí. Giro para enfrentar el ataque, es entonces cuando la valkiria de mi izquierda cobra vida y me ataca por la espalda. Siento caer, siento la muerte inevitable. Corro. Corro por mi vida. Mi vida corre peligro. Unos árboles enfermos de invierno se abalanzan sobre una iglesia de paredes que sangran. Corro por la vereda, ¿o es un túnel de ramas que me quieren atrapar con sus sombras? La sangre se escurre por las paredes de la iglesia que canta infamias, que no alcanzo a distinguir. Llego a destino. El guión dice “llega a lo de su amiga, toca el timbre, ella no puede salir y tiene que volver solo”. Y no se equivoca en nada. Llego, toco el timbre, ella no puede salir y tengo que volver solo. Tomo aire. Esta solo en tu mente, me digo. Algo atrás se acerca para contestarme pero no le doy tiempo. Salgo corriendo. Esta vez la penumbra me recibe al dar vuelta en la esquina. Juro que la luz de la estación de servicio estaba prendida treinta segundos atrás. Pero ahora está más oscura. Adentro hay sombras, pero adelante está el terror. Desde este ángulo el pasillo es más angosto, los árboles están más cerca. La iglesia parece no sangrar. Debo parecer un loco, pienso. Otra vez alguien se acerca para contarme. Vuelvo a salir corriendo. Todo se viene sobre mi, incluso la iglesia. Incluso una imagen de Cristo. Esto no está bien, digo, algo sale de un árbol. Corro más fuerte. Entro a una casa. Si, es la casa de mi amigo. No se que hago ahí. Lo llevamos antes con mi amiga. Mi amigo se sentía mal, había vomitado. Yo no quería quedarme solo, por eso la fui a buscar. Una perra ladra como si un demonio hubiese entrado por la puerta. pero ella es el demonio –los animales suelen no advertir esos detalles. Ladra, avisa de mi llegada, pero yo debo ser silencioso. Haber cerrado la puerta así de fuerte no contribuye a mi sigilo. Ladra otra perra. Esta suena más fuerte, es un rugido. Corro por una escalera de metal. Suena a campanas cayendo por escaleras de piedra. Entro a la pieza. Mi amigo sigue ahí, sumido en un profundo sueño post trauma. Yo me siento en la cama. Escucho el latido de mi corazón. Es el único sonido en la pieza, que se deforma adoptando forma de burbuja, sincronizando su transformación con los latido de mi corazón. Un bebe se acerca, sonríe, y escucho la risa sobre mi hombro izquierdo. El bebé me dice “Highway to hell”. Lo miro atónito. En la pared de enfrente, sobre el cuerpo inerte de mi amigo, AC/DC toca el tema que el bebé canta. Miro el recital con una sonrisa, la burbuja no es una mala opción para una noche como esta.