martes, febrero 08, 2005

Lo real es lo ideal

Cuantas ganas tiene el mundo, o la gente en general, de saber la verdad? Cuanta gente sabe la verdad? No la verdad en general, la verdad como un todo indiscutido e incuestionable. Yo hablo de la verdad, la pequeña verdad, la que le toca a cada uno. Y sobre un hecho en particular, que contiene una verdad que relaciona a un grupo de personas, cuanto de verdad le corresponde a cada una? A la zazón, todas estas preguntas nada tienen que ver con el mundo en general. Hasta parecen idioteces a primera vista. Y tal vez sea cierto.
Pero en estos días que transcurrieron, desde ese fatidico día domingo, en el que la lluvia acentua un poco todavía más la melancolía de una decición apresurada, quiero urgar en la verdad. No es morboso, lo juro, pero quiero saber cómo y por qué, quiero saber si alguien sabía algo, si alguien sabe algo.
No soy un cazafantasmas, no quiero atarme a nada por ahora, pero tengo la sensación de que la verdad en este momento en particular, tiene sus propias versiones. Y alguien se llevo una.
Qué queda despues? Conjeturar, dar vueltas en una cama, preguntarle al viento, y, con infusión mediante en compania o solo o en solitaria compañia, preguntar por qué. Y jugando a los detectives, nos metemos en las mentes de los demas y vemos, o creemos ver, cosas que a los otros se les escapan. Lo evidente se hace más obvio, pero los demás no lo ven. Cómo no lo ven? Cómo no lo vieron? Si estaba ahí, delante de ellos, parada estóica, la verdad, la realidad. Entonces nos abraza la furia, la desesperación por crear un pasado alternativo para un futuro incierto. Creemos que algo podríamos haber hecho, pero sabemos que no pudimos hacer nada. Y viene cayendo la eterna lágrima que no se seca. Y viene otra vez la pregunta que retumba en una catedral vacía.
¿Por qué?
La verdad, no encuentro una verdad que me deje tranquilo. Y entonces decidí embarcarme en una busqueda de opiniones, en un Rashomon personal, en buscar a Fuente Ovejuna, sabiendo que se puso el traje de Jack el Destripador. Tal vez, entonces, nunca la encuentre.
Y llega el consuelo, o la sabiduaría, o como sea que se llama a la calma que viene con el saber que durante mi tiempo, yo hice las cosas bien. Y que tal vez no lo pude hacer mejor, pero que lo hice. Que la respeto y la respetaré a ella, haya pasado lo que haya pasado. Y que, a decir verdad, la verdad es inútil en un momento como este. Solo dirá lo obvio.

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